Hatje Cantz se ha convertido en los últimos años en una de las referencias clave del mundo editorial en el campo del arte contemporáneo y especialmente en el de la fotografía. Señalemos de pasada que la editorial alemana acaba de publicar una impecable monografía de Aitor Ortiz que recoge ejemplos significativos de su trabajo en los últimos quince años.
Walter Niedermayr, fotógrafo italiano de lengua alemana (Bolzano, 1952), ha publicado en esta editorial un amplio repertorio de imágenes de Irán bajo el título de Recollection, tomadas en diferentes estancias en aquel país entre 2005 y 2008, aunque sólo publicadas ahora. Recollection —recuerdo, memoria— es un término tomado de Wordsworth. Según el poeta inglés, no es posible volver a experimentar el pasado sino reemplazándolo por una nueva creación complementaria. Las fotografías de Recollection se aplican a esta nueva creación y documentan Teherán, ciudad mítica de Las mil y una noches o, como Borges quería, de Las mil noches y una noche, pero también otros enclaves iraníes, como Isfahán, Yadz, Shiroz o Nain, antiguas ruinas aqueménidas o barrios residenciales, interminables líneas de bloques de viviendas sobre un suelo desértico. «Oriente sería casi una invención europea y, desde la antigüedad, habría sido escenario de romances, seres exóticos, recuerdos y pasajes cautivadores, y experiencias extraordinarias», ha escrito Edward Said en su ya clásico Orientalismo. Niedermayr se aleja radicalmente de estos tópicos coloniales, pero tampoco desciende al reportaje verista. Los cielos o la arena, inmaculadamente blancos, provocan una sensación de irrealidad, una suerte de insolación visual, pero simultáneamente hacen que sobre sus fondos lisos y uniformes el motivo arquitectónico central destaque aislado y rotundo. Es la técnica característica de Niedermayr que inunda la imagen de una luz deslumbrante y cruel, sin matices y sin tregua.
El desconocimiento y la incomprensión entre Irán y Occidente es mutuo. A la construcción cultural de Oriente como puerta del paraíso ha seguido, casi sin solución de continuidad, su imagen como boca del infierno, punto estratégico del ‘eje del mal’. Pero también visto desde el otro lado, Occidente ha pasado de ser el destino objetivo de la sociedad iraní, plenamente integrada en la modernidad, al foco de degradación moral que resulta ser desde la revolución islámica de 1979, madriguera de ‘cruzados’ dispuestos, con la excusa de la extensión de la democracia, a exterminar la cultura y las creencias de Irán.
El actual Irán, heredero de un gran imperio con siglos de brillante civilización a sus espaldas, desde el punto de vista arquitectónico ha visto cómo las formas vernáculas quedaban oscurecidas e incluso suprimidas bajo la imparable influencia occidental. Las fotografías del proyecto Recollection muestran una doble contradicción del presente iraní. A pesar de la política violentamente antioccidental de las autoridades islámicas, su arquitectura parece seguir con total naturalidad los modelos occidentales. Y es que, aceptada también por las autoridades, la segunda contradicción entra de lleno en el corazón del colonialismo: la catástrofe del Movimiento Moderno y sus tipos constructivos universalmente aplicables, independientemente de las particularidades culturales, topográficas, climáticas, etcétera, ha sido asumida, a pesar de su evidente fracaso, de manera que las viviendas sociales de los extrarradios contrastan cruelmente con las edificaciones vernáculas, con su tipología de adobe y sus características torres de refrigeración.