En el primer renglón de OPEN: Espacio, tiempo e información, Manuel Gausa propone recorrer una «nueva lógica emergente» que se despliega por las casi mil páginas que siguen. No es posible enfrentarse a este libro sin recordar el casi homónimo de Sigfried Giedion Espacio, tiempo y arquitectura (1941) que trataba de discernir la «proporción de persistencia y mutación» necesaria para avanzar y mantener el equilibrio. No es casual que Giedion se quedara con la parte de la ‘persistencia’ subtitulando su obra ‘El futuro de una nueva tradición’ y que Gausa apostille la suya desde el lado de la ‘mutación’ con una ‘Teoría e historia de un cambio’. Y es que el empeño de Espacio, Tiempo e Información es precisamente ordenar los ingredientes y sus estructuras —los tráilers— que construyen la sección más compleja, abierta y también más sugerente de un presente inexplorado.
Diccionarios, atlas y enciclopedias proponen lecturas no lineales, incursiones intencionadas o aleatorias a la búsqueda de tesoros escondidos. Como en un Rayuela sin instrucciones de uso, aquí se pueden recorrer las figuras que son textos, los textos capturados de otros que funcionan como ilustraciones, las tablas y colecciones de casos. Todo tiene su autonomía y su integración en un compendio coherente. Sin embargo, los títulos de los capítulos no desvelan necesariamente su contenido ni abundan las imágenes de edificios construidos mostrados como modélicos frente a los diagramas, secciones, mapas, maquetas, lecturas multicapa, representación de fenómenos dinámicos… de altísimo poder estimulante y pedagógico.
Los esfuerzos por leer, interpretar y describir los procesos de trabajo y por encontrar pistas y claves donde la arquitectura nunca había visto nada, construyen un fabuloso archivo dedicado a la práctica del proyecto en cuyo interior bucea Gausa eludiendo convertirse en cronista de novedades fetichistas para hacer visibles los sistemas de ecuaciones, las formas de tomar decisiones, los métodos de trabajo liberados de prejuicios, todo ello volcado hacia una lógica abierta, sensible a la complejidad, a la posibilidad de encontrar en otros campos el material necesario en cada momento. Interactividad, indefinición, límites borrosos, hibridación, transversalidad… son conceptos permanentes que corren paralelos a otra familia lexical que trata de poner nombre a las cosas haciendo muchas veces un empleo metafórico cuando no figurativo del lenguaje: acabalgamientos, replegamientos, prótesis, infecciones, metástasis... aportan la necesaria conexión entre lo conocido y lo inesperado. Sin duda este sería un buen temario para un curso de estimulación como sugería Pennac en aquel Como una novela en el que aconsejaba leer con los alumnos para inculcarles el amor por los libros.
Pero nos queda la información, y ahí reside la aportación más interesante al abrir un campo sobre el que siempre se habían cernido todo tipo de prejuicios. Entender que una ecuación del proyecto contemporáneo es la información manejada en el proceso es ya un lugar común —incluso hemos asistido a su saturación por exceso—, pero entender que el propio proyecto es un poderoso instrumento de comunicación que emite su propia información supone otorgarle un lugar en la construcción de una conciencia colectiva compartida con todas las ciencias, las artes y las prácticas sociales.