Hay términos que cambian de significado con tan sólo cruzar un océano y los de ‘paisaje’ o ‘naturaleza’ son un ejemplo. Con el recuerdo de las acampadas infantiles en parajes vírgenes de su Arizona natal, el fotógrafo Andrew Phelps refleja en este libro el asombro que le produce la relación con el medio natural, tal y como se practica en los camping europeos.
Estos asentamientos efímeros son los hijos postreros de las iniciativas de principios del siglo XX que, emparentadas con el movimiento de la ciudadjardín, buscaban en las excursiones al aire libre el bálsamo frente a lo insalubre de la ciudad industrial. Pero el progreso ha conquistado para la civilización casi cada rincón del viejo continente y el camping es hoy poco más que la alternativa barata al apartamento de vacaciones. La tienda solitaria en el claro del bosque ha dado paso a aglomeraciones de caravanas y complejas carpas que reproducen hasta el detalle la arquitectura de los barrios residenciales que los campistas han dejado atrás. Cortinas, vallas, pérgolas y hasta alfombras de césped artificial: la cámara de Phelps capta con ironía los mecanismos con los que estos nómadas estacionales conquistan por unas semanas un territorio más doméstico que salvaje, evidenciando la contradicción inherente a esa vuelta a la naturaleza tan poco dispuesta a renunciar al confort, la seguridad o la higiene.