En Bastia puede encontrarse lo evidente: sus playas de arena dorada, sus calles animadas y la inconfundible impronta de la cultura corsa. Pero hay una trastienda. Y hay que rastrear para dar con ella. Una trastienda hecha de malvas, de lilas, de azules… y, sobre todo, de rosas. La ciudad, al atardecer, fatalmente, se declina en ese color. Las fotografías de Andria Pancrazi, un hijo pródigo que se marchó y luego regresó, así lo demuestran...[+]