Walter Gropius

Berlín, 1883-Boston, 1969

29/02/2000


Mr Jiggs, Maggie y Rosie son una familia de la clase media baja que han hecho dinero, son lo que la clase media alta llamaría entonces unos parvenus. Los parvenus siempre han sido personajes extremadamente cómicos, porque siempre están desplazados y hacen el ridículo a fuerza de disimular su torpeza. Es un humor para la clase media, que se ríe de su estrato más bajo que imita a su estrato más alto. Entre nosotros, la familia Jiggs recuerda un poco a la familia Ulises de Benejam, por su origen, pero los Ulises no hicieron fortuna nunca, se quedaron en el quiero y no puedo, aunque no por falta de ganas. Mr Jiggssí que puede y se lleva a su niña a estudiar a Weimar, supongo que después de pasar por París para que Maggie y Rosie se pongan a tono comprando modelitos y postales del Sacré Coeur. Y él habrá aprovechado para acudir al espectáculo transatlántico de Josephine Baker: J´ai deux amours, mon pays et Paris...Tal vez se ha cruzado allí con Le Corbusier.

Maggie ha quedado prendada del aristocrático director. A ella también le parece un príncipe, el Silberprinz como le llaman. Un hombre fino, aunque metido en un despacho demasiado moderno; Maggie piensa sin duda que es de un estilo déco extremo. Tal vez le parece audaz. Y a Mr Jiggs le da igual, él no entiende de estilos. Se imagina uno el romance que puede surgir si Rosie, la joven parvenue norteamericana, se enamora de Laszlo Moholy-Nagy, el guapo profesor que parece haber inspirado los arreglos del despacho de Walter Gropius y que es como la conciencia estética de la institución, ahora que se ha ido Itten el zoroastriano.

La Bauhaus de la época de Weimar está representada en ese despacho. Hay en él muchas cosas de carácter programático, desde la lámpara industrial y los textiles de alumnos hasta las butacas y las bombillas del techo diseñadas por el propio Gropius. Todo es geometría y experimento, producto de una suma o quizá de un conflicto de tendencias y vanguardias. Pero a estas alturas, a nosotros nos parece casi como a los Jiggs: un despacho a la moda de los años veinte más bien feo y frío. Las vanguardias nos parecen, como a los personajes de George McManus, cosa de la decoración y de la extravagancia de los arquitectos.


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