Ángel Ferrant (1890-1961) fue plenamente consciente de la miseria cultural y crítica en la que vivió inmerso. Y lo fue desde que tuvo ocasión de acercarse a la auténtica vanguardia durante su primera estancia en París en 1913, donde entabló contacto con Marinetti, y por su conocimiento de los ambientes artísticos de Europa, que fue constante a través de los viajes que realizó a Bélgica, Alemania e Italia, o de su prolongada estancia en Viena, durante el año 1927…[+]