Frontera pirenaica donde para los españoles comenzaba Europa, Francia es hoy frontera entre el norte y el sur de la Unión Europea, y frontera también de innovación arquitectónica, donde los autores del hexágono y las estrellas importadas compiten en logros y en propuestas. Desde nuestra península pentagonal, Francia ha sido durante más de dos siglos un objeto de deseo cultural, y sólo después de la II Guerra Mundial se ha visto desplazada por la pujanza anglosajona en el imaginario colectivo. Pese a ello, desde los ministerios de Cultura inventados por André Malraux para el general De Gaulle, y hasta los Grandes Proyectos parisinos promovidos por François Mitterrand —pasando por el optimismo tecnológico de la era Pompidou y el tradicionalismo postmoderno de Giscard d’Estaing y su arquitecto de cabecera Ricardo Bofill—, las instituciones y las obras de los sucesivos presidentes de la República han ejercido considerable influencia en su vecino meridional y en el conjunto del continente.

Esta efervescencia constructiva conoció un cierto enfriamiento durante la prolongada presidencia de Chirac, pero el acceso al Elíseo de Sarkozy en 2007 —con el proyecto del Gran París y la visualización del énfasis arquitectónico con la foto de familia de las grandes figuras internacionales y francesas— suministró un impulso algunos de cuyos frutos comienzan a verse ahora, cuando ya ha sido sustituido en la presidencia por Hollande. Nuestras revistas dedicaron uno de sus primeros números al París de los Grandes Proyectos (AV 17, 1989), y poco después al más admirado francés, Jean Nouvel (AV 31, 1991), para lamentar posteriormente el desplazamiento de las ideas a las formas (Arquitectura Viva 37, 1994), y constatar unos años más tarde la pérdida de temperatura crítica del hexágono (AV 65, 1997).

En los quince años siguientes, apenas una monografía de Dominique Perrault (AV 134, 2008), un arquitecto con la mayor parte de su obra fuera del país, y otra histórica de Jean Prouvé (AV 149, 2011).

Comprobar ahora el auge de Francia es, por tanto, una feliz noticia tras un largo paréntesis. Tanto el panorama descrito por François Chaslin como las cuatro obras presentadas en detalle dan prueba de la vitalidad de una cultura arquitectónica —fertilizada con proyectos de estudios internacionales— que ha tenido el soporte robusto de la iniciativa y las inversiones públicas; pero la pérdida de competitividad del país y el fuerte endeudamiento del Estado hará difícil mantener los actuales niveles de gasto en construcción y obra pública. Menos castigada por los mercados que el resto de los países mediterráneos, y más resistente a las reformas y recortes que han provocado en éstos un agudo malestar social, Francia es hoy la frontera con la Europa del Norte. Al cumplirse 50 años del Tratado del Elíseo que acuñó en bronce la amistad franco-germana como soporte del continente, la cohesión a lo largo de esa línea limítrofe entre el gallo y el águila sigue siendo la garantía de la moneda única y el proyecto común que llamamos Europa.


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