Cementerio de San Cataldo, Módena
Aldo Rossi 

Cementerio de San Cataldo, Módena

Aldo Rossi 


Si el proyecto de una iglesia parroquial encuentra en la liturgia comunitaria el argumento para desarrollar su propio sentido como arquitectura, el proyecto de un cementerio busca un referente más difícil, donde se tensa la relación entre el sentido de la arquitectura y el significado del rito, que se interfieren activamente en la presencia inquietante de la interrogación profunda sobre el sentido de la vida precisamente en su final. Si en la tradición cristiana la arquitectura ha servido con frecuencia de vehículo a nociones de trascendencia, casi siempre le ha sido más fácil evocar la gloria que la aniquilación. Al menos desde la Ilustración, cuando la divinidad se transforma cada vez más en un summum bonum, los aspectos terribles de lo divino se le han hecho difíciles de imaginar, y el tiempo devorador, una figura tan querida del barroco, se le vuelve insoportable. La razón prefiere la armonía a la fatalidad, o, en términos míticos, a un dios arquitecto mejor que juez inapelable y celoso.

Ése es el descreimiento ilustrado que hereda gustoso Rossi. Mantiene la fascinación por lo funerario, por el monumento como lugar de condensación psíquica donde lo racional quiere ser absoluto, hasta el punto de parecer dogmático, en lo que se descubre fiel a su raíz marxista. Como sucede con los ilustrados, la geometría proporciona el carácter de inmanencia que requiere la razón para situarse al margen del tiempo devorador, y la abstracción matemática de la forma se propone como símbolo de una inteligencia que se opone a la caducidad. Y el Rossi marxista, el profesor ilustrado que empieza su carrera de arquitecto constructor se examina en San Cataldo y prefiere seguir, en la simetría y en la geometría desnuda, su propia afición a la arquitectura monumental del sentimiento religioso, una experiencia que cultiva a lo largo de su vida y que cuenta en su Autobiografía científica.

Considera el cementerio como casa de los muertos y propone para ella una melancólica analogía: es como un conjunto de construcciones abandonadas, una casa, una chimenea, unos pórticos... Abandono y melancolía tiñen la imagen del cementerio y se transforman en una suerte de piedad civil. La desnudez y la crudeza de los croquis de los primeros años setenta y de la obra posterior permanecerán, con el sentimiento de muerte, como una intención en la obra del arquitecto milanés. Una intención que se ha llamado metafísica pero que no desea trascender la cruda realidad, y que no quiere sugerir esperanza sino presentarse sordamente en un tiempo detenido. Los muros quietos de Rossi contienen el aliento ante el dolor...[+]