En Itziar convive un medio rural montañoso con un polígono industrial ligado a la autopista y que se ha construido violentando brutalmente la orografía del lugar. A través de un volumen que organiza cuatro viviendas para los miembros de una misma familia en una unidad residencial que comparte la parcela y algunas dependencias, la casa indaga en lo que hoy pueda ser una vida ligada al campo y la huerta, sin resultar folclórica pero tampoco indiferente a la tradición. La posición elegida para la nueva construcción, además de proteger la intimidad, favorece el soleamiento, la ventilación y las vistas sobre las montañas y el mar, siguiendo criterios de adaptación climática que están presentes en la tradición constructiva local.

La materialidad y la forma de la casa atienden a un contexto contemporáneo e industrial que relaciona las dos realidades confrontadas de Itziar. El conjunto acoge además en el semisótano y la cubierta, un programa de taller, estudio y refugio para uno de los familiares, dedicado al arte. La configuración dual de la cubierta sirve de contrapunto a una sección que varía su relación con el medio geográfico conforme aumenta su altura: el jardín, la huerta, la montaña y el mar se suceden como referencias paisajísticas de cada vivienda.