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Los placeres del agua. Fuente de vida y símbolo de limpieza, el agua está unida a la arquitectura desde su origen: las ciudades surgen donde aquélla abunda. Desde antiguo se han conocido las propiedades de las aguas minerales, las virtudes tonificantes de alternarla a distintas temperaturas y las relajantes del vapor. En Occidente los romanos inventaron las termas, heredadas vía Bizancio por el Islam y convertidas en hamams; entre los siglos XV y XVIII decayó la costumbre del baño; la Ilustración ensalzó la higiene y la burguesía ociosa puso de moda los balnearios; hoy buscamos sumergirnos en sensaciones únicas.
Sumario
Enrique Domínguez Uceta
España balnearia
De las termas a los spas urbanos
Justo Isasi
Con el agua al cuello
Seis apuntes de la vida húmeda
Andrés Jaque
Chapuzones colectivos
Tres arquitecturas acuáticas
Bañistas contemporáneos. En tiempos de culto al cuerpo y estrés generalizado, los establecimientos de baño se han convertido en lugares donde ser y ser vistos en los que se unen sensualidad y terapias, diversión y cuidados. Un recorrido por seis países de Europa nos traslada de las cúbicas piscinas municipales en la costa normanda a las termas cristalizadas junto a un manantial en uso desde la época de Tiberio en el Pirineo de Huesca, el lujoso centro de tratamientos incrustado en una ladera de los Grisones suizos, las piscinas públicas al aire libre elevadas sobre una plataforma bajo la que se despliega un acuario de hormigón en el Tirol italiano, y el balneario a base de cúpulas sobresaliendo de una nave climatizada al pie de los Alpes bávaros, finalizando en el sanatorio camuflado en un bosque en la Estiria austriaca.
Jean Nouvel
Centro acuático, Le Havre
Moneo y Brock
Termas de Tiberio, Panticosa
Mario Botta
Spa Bergoase, Arosa
The next ENTERprise
Piscinas, Caldaro
Behnisch Architekten
Baños termales, Bad Aiblig
Jensen y Skodvin
Balneario, Bad Gleichenberg
Argumentos y reseñas
Vidas de vanguardia. Las trayectorias artísticas de Ródchenko y Popova se exponen en el Reina Sofía de Madrid, y los noventa años de la Bauhaus se celebran en el Martin Gropius Bau de Berlín y el MoMA de Nueva York
Arte / Cultura
Ginés Garrido
Vidas cruzadas
María Ocón
El taller de la modernidad
Centenarios paralelos. Ernesto Rogers y Fritz Leonhardt nacieron en 1909 y vivieron el totalitarismo desde lados opuestos. Tras la guerra, el italiano se dedicó a BBPR y dirigió Casabella; el alemán construyó obras ejemplares.
Eugenia López Reus
Teoría en acción
Luis Fernández-Galiano
¿El ingeniero de Hitler?
Ecología y tradición. Más de tres décadas después de la crisis del petróleo, las advertencias de Léon Krier ganan vigencia; dos volúmenes recientes recopilan sus textos y dibujos. Además, Utzon, Piano y libros recibidos.
Historietas de Focho
Torres y minaretes
Autores varios
LibrosÚltimos proyectos
Lacónicos británicos. A mediados de los noventa, como relata Vassallo, un grupo de jóvenes arquitectos ingleses se reunían en la casa Sudgen de los Smithson con el fin de establecer una posición crítica respecto a la arquitectura comercial y el ultraliberalismo del momento. Tres lustros después, el azar hace coincidir la inauguración de las obras de tres de ellos: un pequeño museo danés de Fretton, un centro de arte de inspiración industrial de Caruso y St. John, y un conjunto de talleres para artesanos de Sergison y Bates; a ellos se une con similar lenguaje despojado y realista un centro de arte con teatro firmado por el también británico Terry Pawson, que no perteneció al grupo.
Técnica / Diseño
Jesús Vassallo
La épica de lo cotidiano
Tony Fretton
Museo de Arte Fuglsang, Toreby
Caruso y St. John
Centro de Arte, Nottingham
Sergison y Bates
Centro de Artesanía, Ruthin
Terry Pawson
Teatro y Centro de Arte, Carlow
Para terminar, el polémico Léon Krier reivindica con argumentos energéticos la ciudad tradicional frente a la oportunista apuesta por la sostenibilidad.
Léon Krier
La modernidad insostenible
Luis Fernández-Galiano
Placeres del agua
Si antaño fue salud o limpieza, hoy el baño es placer. El historiador de la técnica Sigfried Giedion describió la evolución histórica del baño entre los dos polos del rejuvenecimiento y la higiene: bien como instrumento de rehabilitación corporal, bien como medio de limpieza personal. La inmersión en agua caliente o fría servía para regenerar los cuerpos maltratados por la enfermedad o por la edad, y también para lavar la piel o el pelo de la suciedad adherida por la vida diaria. El descubrimiento de los gérmenes reunió ambas funciones, y desde entonces la salud y la higiene son inseparables, haz y envés del baño regular. Sin embargo, hoy ponemos la salud en manos de la medicina científica, y encomendamos la higiene diaria a la somera ducha —inicialmente concebida como una mecanización del lavado desarrollada en el contexto colectivo de los cuarteles—, mientras el baño queda reservado al placer sensual del hedonismo ensimismado.
La revolución moderna de la fontanería, que transformó los muebles y recipientes del aseo en aparatos sanitarios incorporados a las fábricas de los inmuebles, hizo del baño episódico una práctica frecuente, y generalizó en el ámbito doméstico lo que hasta aquel momento tenía como marco las termas o los baños públicos, fragmentando así en recintos individuales o familiares la tradicional naturaleza social y comunitaria de los espacios del agua. Este enclaustramiento y privatización de la inmersión salutífera fue haciendo perder importancia tanto a las casas de baños urbanos como a los balnearios vinculados a manantiales termales, recintos de sociabilidad espontánea que acabaron asociados a minorías específicas o a sectores envejecidos de la población. Pero actualmente asistimos a un auge de los spas ciudadanos y de las termas en entornos naturales que se dirigen a un público nuevo, orientado al bienestar y al consumo de experiencias.
Si la contemporánea recuperación de las vetustas instalaciones termales, segregadas cada vez más de las virtudes terapéuticas de ‘tomar las aguas’, supone un bienvenido rescate del baño para el dominio colectivo, al mismo tiempo es un índice de la extensión del culto al cuerpo en nuestras sociedades opulentas. Este hedonismo saludable, que deja atrás épocas de negación y represión, es a la vez una señal de dorada decadencia, y también un signo de la prosperidad ociosa de Occidente, que contrasta con las carencias higiénicas y sanitarias de tantas zonas desvalidas de un mundo en cuyo horizonte se dibujan ya las nuevas guerras del agua. Estos conflictos, abreviados de forma paródica en nuestras tristes pugnas regionales por las cuencas hidrográficas, recuerdan la escasez y desigualdad en el acceso que indeleblemente marca la biopolítica global del agua, cuyos indudables placeres no pueden hacernos ignorar nuestro no menos evidente privilegio.