Opinión  Actualidad 

Tribulaciones del tránsito

Tres cambios de época de un mundo en cambio

Luis Fernández-Galiano 
07/12/2021


La humanidad se enfrenta a tres trágicos tránsitos: el tránsito geopolítico, de la hegemonía de Occidente a la pugna entre Estados Unidos y China; el tránsito energético, de los combustibles fósiles a las renovables para mitigar el impacto sobre el cambio climático; y el tránsito tecnológico hacia unas sociedades digitalizadas bajo la sombra de la inteligencia artificial. Las tres mudanzas afectan decisivamente a Europa, descolocada e inerme en el nuevo tablero militar y diplomático, extremadamente dependiente en el terreno energético, y carente de grandes compañías tecnológicas; golpean aún más a España, incapaz de acordar sus intereses nacionales y ausente de los ámbitos de decisión, amenazada en sus suministros de combustible y expuesta a la presión migratoria provocada por las hambrunas del clima, y retrasada en la digitalización de su administración y sus empresas; y afectan incluso al ámbito de la construcción, hoy sacudida por la fractura de las estructuras logísticas tras el retroceso de la globalización durante la pandemia, sometida al traslado de la factura energética al coste de los materiales, e incapaz todavía de reconciliar la informatización de sus procesos con la calidad de la arquitectura y el entorno urbano.

En un mundo hobbesiano, donde cada país persigue sus intereses al margen de simpatías ideológicas, la retirada de Afganistán y el Aukus —el acuerdo entre Australia, Reino Unido y Estados Unidos para reforzar la seguridad en el Indo-Pacífico— han sido dos golpes de timbal que han sacado de su sopor a una Europa ensimismada, que ve cómo Biden sigue las huellas de Trump, reconstruyendo la angloesfera tras el Brexit, y marginando a las democracias de la UE de su esfuerzo por contener a China, encomendado al diálogo estratégico del Quad (EE UU, India, Japón y Australia) y a la alianza de inteligencia Five Eyes (EE UU, Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda). En el terreno de la energía, el uso del gas natural como combustible de tránsito desde carbón y petróleo hasta solar y eólica ha mostrado sus riesgos, acentuando la vulnerabilidad de Europa ante el suministro ruso y argelino, con el encarecimiento producido por los problemas políticos de los gaseoductos y la escasez de barcos metaneros que puedan trasladar el gas natural licuado, y todo ello ha vuelto a reavivar el debate sobre la energía nuclear, asediada por los accidentes y los residuos, pero quizá la única que puede permitir una descarbonización rápida para evitar los efectos desestabilizadores del cambio climático, con la escasez de agua y alimentos que causaría migraciones incontroladas y conflictos bélicos. Y en el ámbito de la imparable digitalización del planeta, las ventajas de eficiencia, información exhaustiva y respuesta inmediata se contrapesan con las amenazas de ciberataques, la disolución de la intimidad y la expropiación de datos, sin mencionar el elefante en la habitación, el gobierno transhumano de la inteligencia artificial.

Pero ni el desplazamiento del centro de gravedad económico y militar al Pacífico, ni el shock energético que ha puesto en cuestión la viabilidad política de la agenda 2030, ni la vertiginosa transformación digital de la producción y la comunicación —las tres transiciones que hoy sacuden los cimientos de nuestro mundo— son quizá tan importantes como la fragmentación de una ecúmene que se craquela en sujetos comunitarios replegados sobre sí mismos, la polarización de las sociedades en el contexto de un desapego cada vez mayor entre poblaciones y élites, y la desacreditación de los mecanismos de debate democrático para arbitrar conflictos. La erosión de las instituciones de gobernanza se produce además en paralelo a la degradación de los instrumentos de verificación de la realidad objetiva, impidiendo que los mecanismos de toma de decisiones se fundamenten en un conocimiento cabal del entorno sobre el que operan, transformando los tránsitos en un viaje donde expertos y gobernantes con los ojos vendados guían a multitudes cegadas por los afectos o las identidades.


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